Escucho ultimamente muchos discursos
que se autoreferencian en posiciones supuestamente defendidas en el
pasado, supuestamente ignoradas... y supuestamente confirmadas por
los acontecimientos del presente. Alguien nos dijo lo que iba a
ocurrir y nadie le escuchó. Y ahora ya veis las consecuencias. Me
molesta ese tono que a veces se propaga como un virus en los debates
internos, fuera y dentro de los órganos. Y me molesta porque negar
la dialéctica nos puede condenar al ostracismo, por incomparecencia
ante la realidad.
Yo me he equivocado. Muchas veces. El
principal error de análisis que he cometido recientemente fue no
entender la oportunidad que las elecciones europeas del pasado año
podían suponer para iniciar un proceso de ruptura democrática en
este país. Pero cuando escucho mis errores en boca de otros me
gustaría que sonase como reto a la inteligencia revolucionaria antes
que como reproche. Porque no hay nada más marxista, como método de
análisis, que darse de bruces con la realidad. Quizá esta fuese la
manera de avanzar hacia un proyecto común. Me refiero a que habría
que decidir si los debates se basan en lo que nos dividió ayer o en
lo que nos une hoy.
Inmediatamente después de mayo del
pasado año, los comunistas andaluces abrimos un periodo de reflexión
que nos llevó a comenzar este curso político con una importante
reunión que celebramos en Armilla (Granada) el 13 de septiembre.
Allí hicimos un llamamiento a la Unidad Popular para la ruptura
democrática, y anticipábamos que la fortaleza del enemigo de clase
y la intensidad de sus ataques iba a requerir, tarde o temprano, la
unidad de las fuerzas sociales antioligárquicas y su movilización.
Nuestra apuesta era que las elecciones municipales podrían ser
análogas a las del 12 de abril del 31, y tener un carácter
constituyente, otra vez desde lo local, desde abajo.
Y esta vez acertamos. Incluso acertamos
por encima de nuestras posibilidades. Pero darse de bruces con la
realidad debería ahora resultar didáctico, también para aquellos
que anteponían cuestiones identitarias al objetivo de la ruptura
democrática. Porque lo cierto y verdad es que, recien constituidos
los ayuntamientos vivimos un momento con tintes constituyentes. La
confirmación más clara de esto son las declaraciones del ministro
de la hacienda del Reino, señor Montoro, dejando claro que para
cumplir con su programa, las candidaturas de Unidad Popular tendrán
que rebasar la ley.
Durante la campaña electoral muy poco
o nada se ha debatido sobre la autonomía local, esa vieja
reivindicación municipalista, que exigía poder real a los
ayuntamientos para solucionar los problemas de su gente. Montoro ha
tardado un día en dejar claros los términos del debate: “La vida
es dura”. Y el conglomerado mediático que jalea al ministro ha
tardado un día en montar una operación de derribo contra la Unidad
Popular en la figura de Guillermo Zapata, en un ejercicio de doble
moral cínica que da cuenta del tono con el que el enemigo quiere
afrontar el debate sobre la transformación de nuestras ciudades y
nuestro país.
Muchos se darán ahora de bruces con la
realidad. Si, la arquitectura legal de este país ha instituido un
poder enorme al bloque oligárquico financiero, buena prueba de ello
es que el tribunal que garantiza el cumplimiento de la Constitución,
haya declarado como contraria a nuestro sagrado texto la ley andaluza
de la función social de la vivienda. Estas cosas van a ocurrir ahora
en muchos ayuntamientos. Y solo cabe una respuesta: movilización
popular.
No tengo ninguna duda de que la jornada
de protesta convocada por las Marchas de la Dignidad para el 22 de
octubre estará marcada también por la defensa en la calle de la
dignidad de los gobiernos de Unidad Popular. La caterva mediática
lleva asustando a su audiencia desde la misma noche electoral dejando
claro que las ciudades que constituyen el motor económico del país
están en manos de unos irresponsables que van a echar por tierra las
posibilidades de recuperación económica. La prima de riesgo se acaba de colocar por encima de los 150 puntos, por vez primera desde hace casi un año, con
Grecia y el TTIP en el horizonte. La vida es dura, si, pero empezamos a saber que no tenemos nada que perder.